martes, 1 de marzo de 2011


Un café frío sobre la mesa. Abro los ojos y ahí está, con su negrura infinita, igual que esas pupilas que me ven sin hacer preguntas.
Las persianas altas a la hora del sol, las palabras justas y un viaje infinito que me invita a no volver. El olvido es una pintura en la gama de los rojos, que se resignifica cada vez que la observo . Se tiñe de púrpura, luego pasa al bermellón.
Así me voy, con los ojos llenos de colorado y un espiar a la calle después de la tormenta . Una ràfaga de aliento tibio me robó el verano, como de golpe. Un respiro de ojos negros cuelga un nuevo calendario en la pared sucia que ya habrá de poblarse en claros, quizás llegando al invierno, esperando el último tren. Pido permiso y me escondo un rato en el blanco y negro de lo que asoma mientras juego al amor

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