miércoles, 12 de enero de 2011

2009


Salgo mucho a caminar, y siempre vuelvo a algunos lados. Elijo plazas, me escondo un poco. Cerca de las siete me tapo los oído: las sirenas no cantan en la jaula de cristal pero hay que salir a la calle con cierta atención: un dìa , de golpe, te hiciste vieja, se te mancharon los labios, la lluvia te agarrò en pleno parque Rodò...o Centenario (da igual), y un desconocido dice cosas que ni siquiera entendés. No me gustan las flores, es pura apariencia
Las reuniones guionadas me aburren cada vez más: quien coge con quien, que hay que leer esta temporada, otra vez el tipo de la guitarra, alguna discusiòn que atrasa mil años(boedo-florida) y la misma idea sobre casi todo: un principio, un desenlace, un final. Debo ser yo que me desenvuelvo muy bien sola, aunque les repita que los necesito mucho: aunque alrededor de las siete me ato al mástil más alto para estar a salvo.
El juego de la histeria me empieza a estrujar los òrganos y esos chicos haciendo música empiezan a alterarme. Siempre cae alguien con una guitarra.
Ayer soñè con mi madre tocàndome la cabeza. Casi podìa sentirla. Sus manos pequeñas (como sus pies)me decían que ya pasó todo. Después me fui a ver el río y creo que en la ciudad vieja parè a pedir un vaso de agua
El consuelo no es saberse parte de un presente violento. Eso de la juventud es un instante y confieso que a eso de las siete, empiezo a doblar las esquinas. Siempre creí en algunos encuentros...
Voy a bajar al malecón a ver al tipo de la guitarra. En cualquier momento empiezo a creer en dios.

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