domingo, 16 de enero de 2011


Voy a viajar en el primer asiento porque me gusta ver la ruta. Y no es por la ruta en sí. No es el cemento gris sino eso otro llamado símbolo en dónde todos vaciamos la pena. Voy a ir pendiente del paisaje mientras me invento alguna canción en dònde no haya ricos y pobres. Alguna canciòn sin veredas y a olvidar el viaje.
Son dos dìas, tal vez tres. Mi madre no harà preguntas y yo tratarè de estar a la altura de las circunstancias. La hija del medio juntó los pedazos y los puso en la valija. Debajo de las remeras rojas estàn las negras y , más abajo, un verso escrito a màquina y dos buenas razones (arrugadas). Està todo claro. Ella hará alguna afirmaciòn olvidable, también, y la excusa del mate nos reunirà en mi sonrisa y su verborragia. "Voy a estar muy bien" darà el inicio a todo.
Detesto que todo èso haya pasado pero mucho màs a esa estùpida ciudad con cara de pueblo incendiado de habladurìas. No elegì ninguna de las fotos del living y me aquieta el jardìn olvidado. Pero da igual. Amar lo que no se elige es lo verdaderamente inquietante y asì y todo sobreviven los hombres y mujeres de este mundo.
Serán dos días : plantarè un àrbol pequeño, sentirè que en el extrañar jamàs hay falla y que el acostumbrarse es la perfecta contracara. Luego volveré al sitio de dònde he rasgado todas las ideas : las que sangran y las otras. El gusto áspero del recuerdo y la obligaciòn divina de sentirse ùnico tendrán un lugar en la mesa y junto al asiento de vuelta. Esa es sòlo mi casa. Este es mi lugar

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