martes, 22 de marzo de 2011


Con la última queja del cuerpo se despertaron los fantasmas. Un gemido, las piernas separadas y el llanto que sale de la garganta, esta vez, y entra y vuelve a salir. Todo es humedad. La perfección de esa máquima llamada cuerpo y un deforme mapa de sensaciones podrían explicar cualquier enfrentamiento; mientras el tiempo vuelve a hundirse en la oscuridad de la carne dispuesta, alguien se aferra al goce de lo que no está prohibido y le da nombre a un llanto jamás llorado: en la misma piel tibia, en el mismo instante de absurda felicidad.

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