martes, 8 de febrero de 2011
Un espacio que nunca se vacía. Silencios que entran y salen, la inocencia a la hora de dormir. Un momento, como siempre. El viento rasguña a la ciudad gris y me muevo ahí, consciente, como en paz, con mucha honestidad, con esas cosas que siempre están a flor de piel. Y la piel como flores es la mejor imagen que obtengo de estos días. Es el cuadro que miro desde el diván: dos cuerpos bien afectados, siendo uno, simbolizando ese mismo momento en donde las flores salen por la boca, y afuera Callao se espanta de grises. El Beso enciende las luces, contiene el aliento, escupe algún verso. Lo sofisticado y lo vulgar se vuelven la misma cosa y sólo el tiempo nos pisa los talones. El tiempo que marchita pero tambien lo contrario...
Soy como un cuerpo hecho de pétalos que renace de la tierra mas fresca, caminando por la avenida con un libro bajo el brazo. Un cuerpo que estira los brazos, y abraza, y se llena de color, por Callao y por todos los sitios que ya no están vacios.
El cuadro se compone de formas y colores. Un vestido que me gusta. Flores que huelen bien. Un silencio que acompaña y dos o tres certezas entrando por Santa Fe.
Otra flor para el pelo y estoy lista. Sonrío. El espacio en blanco empieza a teñirse y me muevo como enamorada del muro que siempre busca hacerse un lugar.
El vacío y sus nombres, un origen masculino que todo lo atraviesa y un ramo de flores que luzco en paz, atravesando el gris, como un lujo que elijo darme
EL BESO/ G.K
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