viernes, 4 de febrero de 2011
Ahí dónde el límite entre lo privado y lo público es una mancha de aceite barato, se levanta una escena que de tan natural se minimiza . Le dicen "pintoresca" pero le temen. La llaman "realidad" pero la documentan día a día.
Nadie escribe sobre las postales de Av. Alvear o sobre esas niñas rubias de "buen pasar".
Cierto hiperrealismo sucio da natural, tanto que molesta en el cuerpo...ajeno.
Dos mujercitas conversan. Hablan de un hombre que paga bien. Miden sus adornos que son muchos. Yo observo sus adornos que son muchos -desde mi balcón de barrio Sur- y creo que la pobreza necesita de ellos, de todos los posibles, cuántos más mejor : en las manos, en los torsos, en los cabellos siempre largos. La pobreza brilla por pobreza y por adornada; como si no alcanzara con verle las manos rugosas a esa miseria , los ojos o los dientes. Como si no alcanzara con esas espaldas dobladas y esos calzados que siempre calzan grande. Como si nos le viéramos el alma misma.
Las dos mujercitas se pintan los labios de un rojo fuerte, brillante, en la vereda. Cierran los ojos por el sol. Entran, se cambian de ropa, de seguro hacen planes. Planes de corto plazo.Nada que vaya mucho más allá de esa mancha que hace de límite
-ese que bien marca la mesa en la vereda, las sillas flojas, la pelota desinflada, el mate y todo lo que han podido sacar afuera- frente a un singular espacio que pinta sus casas a tono.
Mostrar-se no es cosa del modernismo nada más, ni de lo virtual, ni de todo lo que un comunicólogo especializado pueda contarnos.
Dichas mujercitas son primas. Entran y salen. Ríen. Vuelven a entrar. Comparten el cuarto con muchas gente. Entran. Cantan. Se ven expulsadas: salen. Se ven guapas, también. Y ahí van, como manchadas, caminando por San José al 5000 y pico. Lucen sus collares y un par de ilusiones. Volverán tarde, como casi siempre, sacarán el termo al cordón y pondrán la música fuerte.
Lo privado está en otras partes, olvídense de éso.
Un cuerpo que baila en la acera, la yerba secada al sol que rueda, un hombre que escupe su furia por la ventana, un gringo que dispara. Todo éso está aquí, aquí nomás en estas cuadras que de tan reales asustan y nos hacen inventarnos conceptos que las ilustren "mejor", luces que las muestren menos, fotos que le pongan color, y demás tonteras propias del arte
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